Anécdota de Borges
SOBRE EL MATE
“He tomado mucho mate cuando era joven. Tomar mate, para mí. Era la forma de sentirme criollo viejo. Me lo cebaba yo mismo y creo que lo hacía muy mal porque siempre había flotando unos palitos sospechosos. Tenía dos mates, uno común y otro de los que se llaman galleta. Y ahora caramba, he perdido el hábito”.
“En el Cairo uno entra en una tienda y le ofrecen, inmediatamente, café, vino, frutas… Luego le dicen: “Bienvenido a Egipto”. Después cuando uno pregunta el precio de algo, con toda cortesía le advierten: Señor es un regalo” . Pero se sobreentiende que esto no es un regalo que se deba aceptar. Enseguida viene el regateo, que puede durar media hora o tres cuarto de hora. Uno ofrece cinco y ellos piden veinticinco y todo eso para que, finalmente, el precio quede en diez. Y es una maravilla porque si uno no compra nada, igual son muy corteses”.
“Ellos no han descubierto el mate, pero igual han encontrado una manera, casi más simpática de perder el tiempo”.
TANKAS
Alto en la cumbre Bajo la luna
todo el jardín es luna, el tigre de oro y sombra
luna de oro. mira sus garras
Más precioso es el roce No sabe que en el alba
de tu boca en la sombra. han destrozado un hombre.
Jorge Luis Borges
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TANKAS
Alto en la cumbre Bajo la luna
todo el jardín es luna, el tigre de oro y sombra
luna de oro. mira sus garras
Más precioso es el roce No sabe que en el alba
de tu boca en la sombra. Ha destrozado un hombre.
J. L. BORGES
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MARTA CIFUENTES
DISGRESIONES
Corre, tiempo de los
tiempos
en las noches sin luna
atravesadas de mortal
silencio
Vuela viajero sutil e
incandescente
entre pléyade de nubes
cuando el sol esta al
poniente
DISGRESIONES II
Aúlla viento cruel en la
montaña
cantando tú canción de
horrores
entre la nieve nunca
mancillada
Canta primavera, niña
despierta brotes, flores
pájaros y risas
haciendo más felices
nuestros días
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EL LENGUAJE
Y LAS LENGUAS
ESTRATOS CULTURALES EN EL IDIOMA
Sí la lengua condiciona todas las demás actividades mentales, ella es, a su vez, condicionada por nuestro desarrollo cultural. Dentro de una misma lengua hay capas distintas, propias de los diferentes niveles de cultura. Estos estratos se corresponden de uno a otro idioma, existiendo entre ellos una comunidad de necesidades expresivas, y, por consiguiente, de recursos lingüísticos ideados para satisfacerlas. Entre un español culto y un inglés culto, hay en cierto modo una lengua común, del mismo modo aunque en distinto sentido, que existen lazos de comunidad lingüística entre dos españoles, uno culto y otro analfabeto. Una de las piedras de toque para comprobar la educación de una persona consiste en la amplitud del vocabulario, y, sobre todo, en su capacidad para distinguir matices en éste. La sinonímia, o sea, la coexistencia de vocablos de sentido idéntico, es, en gran parte, más una cuestión de sociología que un fenómeno lingüístico; pues los iletrados no observan ninguna diferencia allí donde las personas cultivadas perciben matices, o de significado o de intención, es decir, o semánticos o estilísticos. Otra diferencia viene determinada por la presencia, dentro del cuerpo de la lengua, de valores de índole social. En la lengua de un individuo se refleja no sólo su personalidad, sino la clase social a que pertenece. Con la particularidad de que estas distinciones de clase se fundan sobre una base mucho más equitativa y humana que las que existen en las sociedades políticas. Clase social es aquí sinónimo de nivel cultural y éste se refleja en las cualidades de claridad, elegancia y pureza de la lengua hablada o escrita. El concepto de pureza se traduce en la práctica por el de corrección, que viene a ser como la codificación de aquélla. Conviene que sobre este punto hagamos unas aclaraciones.
CORRECCIÓN E INCORRECCIÓN
La corrección en el lenguaje es un concepto esencialmente relativo. El criterio que debe seguirse consiste, en último término, en el uso general y aceptado. Toda intromisión de la lógica (y aún de la historia) es perturbadora y falsa. Pero tampoco es fácil definir lo que se entiende por uso admitido. Es corriente que exista una discrepancia y hasta oposición entre las reglas normativas y la práctica usual. La presencia de organismos oficiales que definan lo correcto y lo incorrecto, como la Academia Española tiene la ventaja de ofrecernos un código al cual referirnos en los casos dudosos. Pero no debe perderse de vista que la lengua es rebelde a compulsiones demasiado violentas y que, por otra parte, la Academia misma no hace sino guardar, ante las innovaciones, una prudente actitud de expectativa, para acabar sancionando las que se implantan de un modo definitivo. Es muy dudoso, por ejemplo que puedan subsistir mucho tiempo sin mitigación las severas reglas que en castellano se dan sobre el uso del gerundio. El purismo, o tendencia a conservar la lengua detenida en un estado que se define como clásico o castizo, aunque loable en lo que tiene de respeto por las formas tradicionales de nuestra habla, es incluso peligroso cuando se empeña demasiado en ir contra corriente. No hay que perder de vista, sobre todo, que la personalidad de una lengua consiste más en su estructura sintáctica y en sus procedimientos de composición o derivación que en las palabras. Los vocablos son la materia prima del lenguaje; lo que da a éste su sello peculiar es la manera como son utilizados y elaborados. Así, una manta zamorana es un producto representativo de la artesanía regional, aunque esté fabricada con lana de Australia. La palabra fútbol, por ejemplo, es perfectamente española, como lo demuestra el hecho de haber dado los derivados que son permisibles en castellano: futbolista, futbolismo, futbolear, futbolerías, etc. Cuando se introdujo, algunos puristas protestaron e intentaron suplantarla por el neologismo balompié. Calcado sobre el original inglés. No advirtieron que, al traducir los dos componentes de la voz inglesa, adoptaban un procedimiento de composición totalmente extraño al genio de la lengua castellana, que, de difundirse, podría acabar modificando de raíz la estructura de la lengua. En efecto, aunque la palabra no tuvo éxito, la forma de componerla sí lo tuvo y sobre ella se crearon formas tan poco españolas como baloncesto, balonmano, etc.; o sea, que, que el barbarismo fútbol no ha hecho sino enriquecer la lengua con una voz nueva, mientras que el intento de corrección purista ha introducido una construcción exótica dotada de una alarmante capacidad de contagio.
------------------------------------------------------------------------------------------------------JUAN FILLOY
Fue uno de los grandes escritores nacionales, a los 105 años, contemplaba la vida con la misma lucidez y humor que animan sus libros. Este decano de la literatura argentina, coleccionaba información y palabras. Fue el mayor campeón en la confección de palíndromos o frases capicúa, juego cultivado por Dante y Shakespeare.
En uno de sus textos dice:
En cada suspiro enamorado cabalga una ilusión y en cada deseo galopa una ansiedad.
Solamente en mesuradas regiones del espíritu conviven duendes como Dioses Lares. No espantarlos. Duendes que explican que la personalidad no es una moneda hueca, sino una entidad robusta en la cual es indispensable abrir cada día socavones para hallarse uno mismo. Duendes que emplean un entusiasmo activo como palanca para descubrir en la arqueología personal, el despojos de la vida superada. Exploró, cateó y excavó mi edad. En la grieta de esta mole de tiempos miró con ternura los helechos que crecen en ellas y pasó. Se que las galerías se entrecruzan en su seno y llegaré, no a deslumbramientos áureos, sino al duro mármol que modelará mi tumba.
Pues, lo único válido es el afán póstumo de seguir viviendo en el regazo de la posteridad. Lo demás es aleatorio: trampantojo de perspectivas, mistificaciones auditivas, alibies religiosos…vale decir, todas las retóricas fúnebres instituidas sobre la debilidad humana.
Los textos de Filloy, son frutos de una inspiración inagotable y de una inagotable geometría mental. Julio Cortazar le rindió homenaje al incorporarlo en su texto Rayuela.
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La Última Mujer Eduardo Berti
Ella sentía tanto pudor que evitaba desvestirse en su presencia. Un pudor desmedido, observó él. Un pudor que ocultaba, se diría algún misterio. Por fin le dio la espalda, se quitó la blusa y volteó enseñándole sus senos puntiagudos, aunque cruzando los brazos a la altura del abdomen.
“¿Ves?”, le dijo sin mirarlo.“Ningún hombre ha visto antes esto”, y le mostró en consecuencia su asombroso cuerpo sin ombligo.
“Cuando nací”-contó-, “no hizo falta cortar el cordón umbilical. Tiraron de él y mi ombligo se arrancó, limpio y entero, del vientre. Mi padre me puso Eva, como la primera mujer que, al nacer de la costilla de Adán, también carecía de un ombligo. Mi madre se sobresaltó y, en un arranque de superstición, exclamó que si la primera mujer había nacido sin ombligo, ahora yo podía muy bien ser la última. Los médicos rieron de buena gana: aun así hasta que en ala contraria no nació la siguiente niña, una incertidumbre (no sé si exagerada) reinó en aquel hospital.”
El escuchó en silencio su relato y se rió de la misma forma que los médicos parteros. Luego recorrió con la lengua el vientre liso. Y la amó como si en efecto fuera la última mujer de la tierra.
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Eduardo Berti nació en Buenos Aires 1964. Autor de novelas, libros periodísticos y de documentales televisivos. Su obra literaria ha sido unánimemente elogiada desde su libro de relatos”Los pájaros”, “La mujer de Wakefield”, “Agua”(Tusquets). “La sombra del púgil” (Norma). El cuento “La última mujer” forma parte del libro “La vida imposible” (Emecé).“Todos los Funes”(2004). Sus obras son traducidas al francés, inglés, japonés y portugués.
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LO FANTÁSTICO DE LO FANTÁSTICO
El hombre trata siempre de investigar todo aquello que no puede descifrar y por tanto teme. Quizás, por esa razón, explora el mundo de lo desconocido aun a sabiendas que aquello que permanece oculto, excede a su razonamiento. Porque sencillamente es eso: sobrenatural. Lo que se mueve dentro de otra dimensión con pautas propias y sorpresivas. La magia, los sueños, los presagios, la muerte, los fenómenos y todo aquello que pueda crear incertidumbre son temas latentes. Y es allí donde la literatura irrumpe en la vida del hombre para tenderle ese puente imaginario que lo conducirá hacia lo increíble. Porque la trama de lo fantástico no se discute. Desde ese plano, el escritor podrá manejar otros códigos, puesto que allí no rigen las normas del mundo real. Dentro de ese nuevo universo podrá hacer convivir a la realidad con la irrealidad; lo animado con lo inanimado; lo humano con lo inhumano; lo extraño con lo maravilloso. Y el hombre se lanza a la búsqueda de ese inexplicable con su mejor arma: la imaginación.
La literatura fantástica se halla presente, principalmente, en la mitología y relatos antiguos. Se cree que los especialistas en este género fueron los chinos y su influencia se hizo sentir en sus continuadores. En Europa y América apareció en el siglo XIX escrita en idioma inglés. Los autores, tanto clásicos como modernos, colaboraron para que este tipo de ficción consiguiera instalarse en la sociedad desde un lugar de privilegio. Chesterton, Guy de Maupassant, Kafka, Kipling, Ramón Gómez de la Serna, José Zorrilla, Cortázar, Borges, Bioy Casares, Silvina Ocampo, entre tantos otros, marcaron su personalidad a través de esta rama literaria. El estilo haría las diferencias.
Lady into fox (La dama zorro) de David Garnett (escritor inglés 1892/1981). Un día, un hacendado descubre echado sobre su cama a un zorro. En un principio, el esposo cree ver en los ojos del animal la mirada de su esposa pidiéndole piedad por su nueva condición. Luego se desencadenarán otros hechos que precipitarán la historia hacia un desenlace tan sorpresivo como fatal. Será cuando el hombre descubra a su mujer en una madriguera en compañía de otro zorro. La naturaleza animal triunfó sobre la humana. Y esa transgresión habrá de pagarse con la vida.
Circe (Célebre hechicera que habitaba en la isla de Ea y desempeñó importante papel en La Odisea de Homero). Julio Cortázar nos relata la historia de Delia, la hija de los Mañara, quien cuenta en su haber con dos novios muertos e intenta ir por el tercero: Mario. Si bien el joven es advertido por familiares y amigos sobre las sospechas que recaen en Delia, él no los escuchará. Nada faltará para que este noviazgo “a la antigua” se consolide. Padres que parecieran querer decir algo pero callan, paseos por Palermo, un gato, un pececillo y hasta licores y bombones de sospechosa elaboración que prepara la novia para “los días de visita”. Sin embargo, la atmósfera se irá enrareciendo cada vez más, hasta lograr que los Mañara vuelvan a quedarse solos con sus dos fieles compañías: el misterio y la muerte.
En La Red, Silvina Ocampo nos lleva por una singular historia de suspenso pero con la pincelada que deja una mano de mujer. Señales que reflejan la crueldad a través de la mirada femenina. Así de sutil y estética. Un día, la joven Keng-Su vio que en el cuarto del hotel donde se alojaba había entrado “una mariposa amarilla con nervaduras anaranjadas y negras. La mariposa se posó en la flor de un vaso ...” La joven apresó
sus alas y con “un alfiler de oro con una turquesa”, la tomó y atravesó “con dificultad el cuerpo resistente de la mariposa ...” Luego clavó el alfiler con la víctima en la tapa de una caja de jabones. Keng-Su no volvió a encontrar a la mariposa con el alfiler clavado. Pero la mariposa volverá. Y volverá por ella. A su estilo. Sólo lo extraordinario puede permitir que el resarcimiento de un gran dolor se cobije bajo el aletear de una mariposa.
Literatura de lo sobrenatural. Historias de autores notables que continúan enseñando el fantástico deleite de lo fantástico, como una invitación al alma para enseñarle a volar.
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Los orígenes del libro
Así como la escritura, ese poderoso sistema de comunicación, evolucionó desde los dibujos rupestres hasta los medios computarizados más modernos, también el libro tiene su historia. Al principio, ni el formato ni los materiales fueron los que hoy lo caracterizan. Incluso cuesta aplicar el concepto de “libro” a un conjunto de tabletas de arcilla, con inscripciones hechas con un junco de punta triangular. Sin embargo, para los antiguos pueblos mesopotámicos (sumerios, asirios) esa era la forma de conservar información sobre los más variados temas. Los egipcios, por su parte, desarrollaban una técnica particular al tratar la madera de papiro, cortaban largas y delgadas láminas de las capas inferiores y las empalmaban entre sí. Sobre estas superficies escribían sus jeroglíficos con un fino pincel; un largo rollo de escrituras era, entre los egipcios, un libro. Los romanos también conocieron el papiro y lograron obtener un acabado bien liso golpeándolo con una masa o comprimiéndolo con una prensa. En Roma había una verdadera industria de ese antecedente de papel, porque se escribía mucho y había demanda de material. Las “hojas” se vendían sueltas (para mayor comodidad de manejo) o ya empalmadas en rollos de 20 páginas. Se podían usar de un solo lado, aunque el ancho daba para escribir a dos columnas. Una obra copiada en papiro, era un grueso rollo, llamado volumen en latín. Llevaba dos bastoncitos de madera en los extremos, para poder desplegarlo de una punta e ir enrollándolo sobre la otra durante la lectura. En las librerías de entonces podía obtenerse una copia del texto que se deseara; los libreros-editores tenían esclavos destinados exclusivamente a escribir. Cuando una obra era muy solicitada, se dictaba en voz alta y varios copistas trabajaban a la vez. En Roma también se usaba el pergamino, que era ni más ni menos que la piel de oveja convenientemente preparada para escribir sobre ella. El nombre deriva de la ciudad de Pergamo en el Asia Menor, en la que en el siglo II AC se ideó recurrir a este material. Era mas tosco pero se conservaba mejor que el papiro, que resistía mal la humedad y era atacado por las polillas. Sobre ambos tipos de superficies se escribía con una cañita o una pluma de ave afilada, y con diversas clases de tinta. Algunas de ellas se borraban fácilmente con una esponja humedecida, lo que permitía emplear más de una vez, para distintos usos, una misma página, este aspecto era muy importante, dado el costo del material. Para escritos más breves, los romanos usaron tablillas de maderas recubiertas de una capa de cera oscura. Con un estilete iban trazando las letras y así dejaban a la vista la madera clara del fondo. Varias de estas tablillas, sujetas entre sí con cordoncitos por uno de los bordes, ya se parecían bastante a los libros actuales. Otra innovación importante en ese sentido se produjo en el siglo I de nuestra era: las planchas de pergamino empezaron a cortarse en cuartos, unidos a la manera de un cuadernillo y protegidos con unas cubiertas. El formato era casi un libro y se lo llamó códice. Por ese entonces China marchaba hacia la invención del papel. Antiguamente usaban la seda para pintar ideogramas sobre ella. Mediante un proceso especial de cocción de este tejido se logró, por el año 200 AC una superficie finísima parecida al papel pero resultaba muy caro. Fue necesario llegar al año 105 de nuestra era, cuando Ts´Luan consiguió fabricarlo con materiales más económicos: corteza de morera, fibras de cáñamo y trapos viejos, cocidos y machacados hasta obtener una pasta que se estiraba en finas capas, colocándolas a secar verticalmente al aire libre. Pero el papel llegó a Occidente mucho mas tarde. Lo llevaron a Europa los árabes, que a comienzos del siglo VIII invadieron la Península Ibérica. En sus conquistas simultáneas por Oriente, los árabes aprendieron la fabricación del papel y divulgaron esos conocimientos en tierras hispánicas. La novedad tardó en desarrollarse, pero en el siglo XII, en Játiva, cerca de Valencia (España) hubo finalmente papel fabricado por artesanos locales, y el invento chino se difundió por Europa, de sur a norte. Eran los tiempos de la Edad Media.
La cultura se había refugiado en los monasterios y allí permanecía celosamente guardada. Monjes y clérigos consagraban su tiempo a copiar las creaciones del pensamiento de todas las épocas. En una sala llamada scriptorium, especialmente destinada a esa labor, producían nuevos ejemplares de las obras que llegaban a sus manos, de variado origen y temas.
El libro como tal seguía en la etapa de los códices, de diferentes materiales: todavía papiro y pergamino, finas telas, y también papel. Pero empezó a tener gran importancia la ilustración, había monjes especializados en iluminar los ejemplares copiados (dar luz, color a los textos) con bellísimos dibujos en miniaturas y letras ornamentales. En algunos casos se hacia una encuadernación lujosa, con cubiertas de enorme valor material y artístico. Así las cosas, el libro no era popular. Para la mayoría de la población, sumida en el analfabetismo, no era un elemento accesible; y aun en el caso de que se hubiera impulsado la educación del pueblo, los libros en circulación no eran suficientes. Fue necesaria una profunda transformación social para crear las condiciones de un cambio en la significación cultural del libro. Y entonces llegó la imprenta.
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